La prisión es una tortura continua y el verano no hace más que empeorarla. Además, hay que añadir la sobrepoblación de las cárceles francesas y las huelgas de carceleros que marcaron el final de la primavera. A principios de mayo, había unxs 68.000 presxs en las prisiones del Hexágono (esta cifra, la mayor jamás habida, dice mucho fe la guerra que el Estado y la Justicia llevan contra lxs pobres). Todo esto, en cárceles hechas para encerrar a 57.300 presxs, es decir, de media hay 120 presxs amontonadxs donde habría a penas espacio previsto para 100. Además, las “huelgas” de carceleros (que sin el derecho a abstenerse de su centro de trabajo, bloquearon las entradas de las cárceles durante su tiempo libre) reducíano hacían perderse las visitas, actividades y paseos, retrasaban el comedor, etc. En dos palabras, son lxs prisionerxs lxs que pagan (de nuevo) cuando los perros ladran por algunas migajas. Por supuesto, la solución no es más puestos en la cárcel, ni condiciones mejores, ni más carceleros o mejor pagados. Las revueltas en las cárceles, en general, explotan por mejoras parciales (traslados, mejores condiciones de detención, acceso a medidas alternativas, etc.) o frente a abusos puntuales. Pero no se debe olvidar que la propia cárcel es una abominación y que la única solución es su destrucción. Y en los últimos tiempos, a pesar de que fuera a partir de reivindicaciones y objetivos parciales, algunxs presxs se han puesto a ello.
En agosto, la temperatura sigue subiendo. Jueves 1º de agosto, en Bourg-en-Gresse (departamento de Ain, región de Ródano-Alpes), una veintena de presos se rebelan. Toman un ala de la prisión y lo destruyen todo, especialmente, las cámaras de videovigilancia y las tuberías de agua, inundando dos pisos. El móvil de este motín es el comportamiento particularmente autoritario de una carcelera y el hecho de que los Jueces de Aplicación de Penas son muy estrictos. Lunes 19, en Blois (departamento de Loir y Cher, región de Centro), un preso es víctima de la enésima “muerte sospechosa”. Unos sesenta presos se amotinan saqueando un sector de la cárcel. Sacan también a otros presos de las celdas. Los super-carceleros del ERIS (equipos regionales de intervención y seguridad, unidad de la policía militarizada creada en 2003 tras una serie de motines en prisiones francesas) sofocan la revuelta, pero la prisión ha sufrido daños importantes y tienen que ser parcialmente evacuada. Para continuar, martes 20, en Châteaudun (departamento de Eure y Loir, región de Centro), una veintena de detenidos asaltan la sala donde se encuentra el centro informático de la prisión e intentan incendiarla. Después, suben al tejado y les tiran losas a los carceleros. Al día siguiente, a mediodía, otros 30 presos intenta unirse a ellos desde el patio. Los ERIS, que llevan allí desde el día interior, tardan tres horas en “restablecer la calma” (con pelotas de goma, lacrimógenos y granadas aturdidoras…). Trasladan a unos 20 presos y la Administración Penitenciaria, temiendo que la revuelta se fuera propagar a todos los 590 presos, pide refuerzos a París, Rennes y Dijon. La mañana del jueves 22, en Bois-d’Arcy (Yvelines), un preso se encuentra mal y el médico no llega. En protesta, una veintena de otros presos rechaza entrar después del patio, hasta que llegan los ERIS. Aún el 22, le toca el turno a los retenidos del CIE (centro de internamiento de extranjeros) del Mesnil-Amelot (departamento de Sena y Marne, región de Isla de Francia). Uno de ellos es brutalmente machacado por los maderos por haber saltado una valla para coger un balón de fútbol. Los demás comenzaron a golpear unas rejas que cedieron.
Los maderos reaccionan con porras y lacrimógenos. Más tarde, comenzarían dos incendios, a los que los maderos responden con traslados a comisaría para abrir investigaciones en su contra y bloqueando a todo el mundo en el patio. Y el verano termina (por el momento) bien : ¡con una bonita evasión ! En la noche del viernes 30 de agosto, once presos del CIE de Vincennes consiguen segar una reja y largarse.
Los motines de agosto nos muestran que la determinación de algunas personas puede llevar a resultados concretos, tanto como para poner a la cárcel de Blois en un estado de “inseguridad” (palabras de carcelero). Ante estas rebeliones, la Administración Penitenciaria responde con el trullo, la violencia, denuncias y traslados.
¿Y nosotrxs, enemigxs de las prisiones, fuera ? El valor y la determinación con la que los amotinados se rebelan llamando a nuestra solidaridad concreta. Por tanto, nuestro odio contra las prisiones y todo lo que las hace existir no sabrá limitarse a hacer eco de lxs rebeldes dentro de esos muros. Cada unx de nosotrxs tiene mil razones para detestar la cárcel y puede encontrar su propio momento y sus propios medios para atacar la máquina del encarcelamiento. Si no tenemos la fuerza de atacar directamente a esos sucios muros, reflexionemos sobre el hecho de que la cárcel no es más que eso. Los carceleros no dejan de ser verdugos cuando se quitan el uniforme. Esto es lo que quizá hayan pensado lxs anónimxs que reventaron seis coches en el parking del personal del Centro penitenciario de Gasquinoy (Béziers, departamento de Hérault, región de Languedoc-Rosellón) el 25 de mayo de 2013, o incluso lxs que incendiaron cuatro vehículos de carceleros justo al lado de la cárcel de Ploemeur (departamento de Morbihan, región de Bretaña) el 25 de octubre de 2012. Quizá es lo que pensaron lxs que en París, entre finales de enero y principios de febrero, rompieron las lunas de dos sedes de la CGT, sindicato que, a parte de otras gilipolleces, afilia a carceleros. Y cómo olvidar a todas las empresas que se enriquecen haciendo funcionar las cárceles, por ejemplo, llevando comida, proveyendo el comedor, limpiando, haciendo el mantenimiento, explotando el trabajo de lxs presxs, etc. Y también hay empresas que construyen cárceles (y a veces son propietarias, alquilándoselas al Estado). Encargarse de todo esto podría ser mucho más fácil que apuntar directamente a la cárcel. Sin embargo, un enfoque de este tipo sabría darles problemas a aquellos que encierran. Quizá pensaran esto lxs anónimos que el 15 de abril de 2013 atacaron a Eiffage, una de las principales constructoras (y, a veces, propietaria) de cárceles. El incendio de la maquinaria de obras, en Pontcharra-sur-Turdine (departamento de Ródano, región Ródano-Alpes), causó alrededor de 500.000 euros en pérdidas a esos buitres.
Aquí se tratan algunos ejemplos concretos de cómo todxs y cada unx pueden luchar contra las cárceles.
En solidaridad con los motines dentro, cuando los hay ; pero sobre todo, y todo el tiempo, por un mundo de libertad.
Extraído y traducido de Lucioles nº11, Boletín Anarquista de París y su región, septiembre 2013.